En
las ciencias sociales las crisis sustituyen laboratorios y
experimentos, y son por eso importantísimas en el estudio del
comportamiento colectivo. Permiten observar a dirigidos y dirigentes
de la escena pública, políticos, empresarios, iglesias,
sindicalistas, influencers. Yehzekel Dror fue una figura mundial que
creó para analizaras el concepto de sala situacional, aplicado hoy
en muchas partes para enfrentar coyunturas críticas.
En una
Maestría que cursamos con él, tarde en la noche, cuando estábamos
cansados, con hambre y sueño, “convertía” el curso en “gabinete
de guerra” para que supiéramos cómo era gobernar en crisis.
Entonces planteaba como ejercicio un conflicto bélico-político que
debíamos resolver divididos por equipos, en dos horas a base de café
y cigarrillos.
Según nos dijo, él sabía que saldríamos mal
en las pruebas, porque en nuestras decisiones simuladas –según
explicaba- privaban las simpatías o antipatías ideológicas, el
orgullo, la moral, las creencias, la adrenalina, la imprudencia -y el
sueño- sobre la razón. Lo que quería enseñarnos el profesor Dror
es que los líderes para serlo deben esforzarse por decidir más allá
de esas emociones.
Tener como norte que el interés
fundamental es ganar, aun desafiando los propios prejuicios y el
rechazo momentáneo de quienes cuestionan nuestra posición, porque
con el triunfo nacería popularidad perdurable. ¿Qué quiero? No era
relevante si para obtenerlo había que amenazar, adular, fingir,
maniobrar, siempre que condujeras una victoria. En la actual ola
mundial de antipolítica y neopolítica por hundimiento de los
partidos históricos, es útil examinar el debate sobre
Covid-19.
Dos cepas letales
Aparecen los bloqueos
emocionales para tomar decisiones de política pública y
entenderlas. La conspiranoia, por ejemplo, pretende que los actores
visibles son marionetas que manos negras manejan, y muy a pesar,
tales cotilleos contagian la opinión pública. Una necedad “de
derecha” asegura que la pandemia es operación vitanda, ejecutada
perfectamente por China contra occidente. Esparcieron el virus a
voluntad y crearon pánico financiero entre trasnacionales que operan
allá.
Así lograron que se remataran acciones que el gobierno
maquiavélicamente adquiriría. Descartando imaginarios planes
demenciales o genocidas, el Estado chino actuó como las autocracias:
quiso enterrar el virus en el silencio, dejó morir al médico que
alertó, y su error expandió la epidemia. Pero igual tomó
posteriormente medidas acertadas. Según la lógica de algunos zafios
gobiernos de la antipolítica y neopolítica latinoamericana, los
venezolanos estamos obligados a morir.
Nos toca purgar culpas
de revolución y pagar con sangre el socialismo XXI. Eso cuadra con
la lógica de esa excrecencia que defiende la tesis de que el hambre
y las desgracias derrocarán al gobierno ¡Qué importa que la gente
muera si mueren los chavistas! Aunque los planes antipandemia del
gobierno lucen acertados y con nueva orientación solicita apoyo del
FMI, la reacción primate es cuestionarlo y bloquearlo.
Al
otro lado del Estigia de la necedad, los portadores de la cepa
“izquierdista” dilaceran la sociedad abierta por cualquier razón,
pese a que sabemos cuál es la génesis del desaguisado. Sería una
torva conspiración “neoliberal” de Estados Unidos en la que
están involucrados grandes laboratorios norteamericanos, y Trump,
con el fin de vender medicinas y golpear a China. O que el virus lo
diseminó Israel para vender luego la vacuna que al parecer tienen en
camino.
Casi todos mal y bien
Se calla que el manejo
más irresponsable ha sido el español, que pese a tener la
información una semana antes no suspendió la marcha del 8M ni tomó
medidas por politiquería revolucionaria. Las instituciones más
calificadas, el Instituto de Virologia de España, las más
importantes revistas científicas (Virology, The Lancet, Maldita
Ciencia) descartan que la amenaza global sea producto de una
manipulación. Pero el radicalismo no cesa de ignorantear.
Ante
la preocupación de los mandatarios en preservar la economía, es
decir, la comida y el empleo de la gente, se escribieron fulerías
tales como que para el capitalismo (kapitalismoa) la economía es más
importante que la vida. Boris Johnson, no globalista y poco liberal,
al parecer entendió que “dejar correr” el virus para estimular
la reacción inmunológica de la población, conducen a las tragedias
italiana y española (la primera por ineptitud y la segunda por
razones revolucionarias).
Pero la gafedad ideológica acusa su
error de ser un impromptu neoliberal. Otros cerebros telarañosos,
casas de debates fantasmas contra un supuesto “neoliberalismo”
que solo existe ahí, ven en las medidas que se toman un debate entre
Hayek y Keynes. Así las acciones gubernamentales no son correctas o
incorrectas, sino liberales o intervencionistas y es eso lo que les
daría o quitaría solvencia.
Se burlan de Macron por
establecer un subsidio de guerra a la economía para frenar el paro
que vendría con una recesión, pero lo descuartizan si no lo hace.
Confiemos que el liderazgo se guíe por los consejos de Dror: que
quienes gobiernan agoten la información técnica e histórica,
consulten. Debatan y actúen fuera de climas emocionales envolventes.
“No reclames cuando estás furioso. No prometas cuando estás
feliz”.
Por
Carlos Raúl Hernández
@CarlosRaulHer